Nuria Bachs, compañera y amiga, enseñó aquí.

Además de hacer que sus alumnos y alumnas amasen las Matemáticas, les ayudó a crecer y a ir convirtiéndose, día a día, en mejores personas.

También sus compañeros y compañeras, los que tuvimos la suerte de trabajar a su lado, nos aprovechamos de esa enseñanza vital que ella sabía compartir tan generosamente.

Su nombre, Nuria, influenciado por el nombre árabe de Nuriya -aquella que es luminosa-, reflejaba fielmente su carácter y la describe tal y como tuvimos el placer de conocerla.

Con su generosidad, sus atenciones, su alegría, su cuidado a todo aquel que pudiese necesitarlo, nos dio un poco de sí misma por lo que siempre la llevaremos con nosotros.

Además de ocuparse directamente de todos los que la rodearon, dedicó su tiempo y esfuerzo a colaborar en que el entorno de estas personas fuese rico en posibilidades de aprendizaje y de crecimiento. Así, junto con nuestra compañera Mª Dolores Vergel, se encargó de la organización y puesta en marcha de la biblioteca de nuestro Centro.

Por todo esto, la comunidad del IES Los Neveros quiere rendir este homenaje a nuestra compañera Nuria, dándole a la Biblioteca su nombre para que quede en el recuerdo del Centro su importante contribución.

Dña. Belén Cobo Merino, Directora del Centro.









jueves, 30 de mayo de 2013

Intervención de D. José Ignacio Fernández


Muchos de nosotros sabemos que la función esencial de todos los que estamos en la enseñanza es aprender. Cómo vamos a enseñar si no aprendemos. Pero si es que además venimos a la vida a eso, a aprender. Otra cuestión muy distinta sería si aprendemos a vivir… Estoy convencido de que lo llamamos hoy cultura, o mejor, eso tan vasto y tan vago que designamos conocimiento, si no está íntimamente ligado, vinculado a la vida, sirve para más bien poco. Si la cultura se realiza de espaldas a la vida, se nos queda en una mera acumulación o exposición de datos con la que sólo podremos sobresalir ante los demás y abrirnos paso por ciertos ambientes para, al fin y al cabo, llamar la atención sobre nosotros mismos y alimentar nuestra más íntima vanidad. En este caso, la cultura no nos ayuda a vivir. Es indudable. No nos hace más felices, porque el conocimiento verdadero, hondo, profundo, no se encuentra entre las páginas de los libros y menos aún en las bibliotecas, sino en las personas, esto es, en la vida en su sentido más esencial, intenso y descarnado. Lo que realmente aprendemos, aquello que nunca se olvida, lo que permanece tatuado por dentro y para siempre, en la mayoría de los casos, nos vine dado de los otros, de las personas. Los libros evidentemente son muy importantes, qué duda cabe (os lo dice un profesor de Lengua), pero, dentro de esta categoría de valores, vienen después. Tienen otro papel (nunca mejor dicho). Los libros sirven, entre otras cosas, para completar la riqueza humana que nos viene ya dada de los demás, y en concreto de algunos seres muy especiales. 
Antepongamos, pues, al conocimiento libresco el conocimiento esencial, fundamental que nos brinda la vida. Por ello, una persona, una sola persona, a mí al menos, me enriquece profesional y humanamente mucho más que toda la literatura que yo haya leído y que leeré. Entre estos seres inolvidables se encuentra Nuria Bachs. Recuerdo que, recién llegado a este Centro, en el habitual claustro de principio de curso, cuando todos los que entramos nos encontramos expectantes ante los nuevos rostros, ante ese ambiente desconocido, me sorprendió cómo, mediante sus intervenciones, Nuria defendía, de una forma certera, con un gran sentido común, sus ideas, cómo plantaba cara a la sinrazón. A partir de este momento y con el transcurso de los días, se fue desvelando aún mejor esa profesional volcada en los alumnos e involucrada siempre en el día a día del instituto. No voy a insistir en lo que ya han dejado bien patente nuestra directora, los compañeros y las alumnas que me han precedido en este acto. Sólo añadiría una cosa: que Nuria nos daba lecciones a los demás sin proponérselo, con su sola forma de actuar, con su presencia. Ahí es nada.
Por encima de la inteligencia y de la capacidad de trabajo, por encima de la cultura y la incultura, de las creencias, de la riqueza o del poder, el único signo que engrandece al ser humano es la bondad. Y Nuria era una persona grande. Todos los que la tratamos los sabemos, y aun más aquellos de vosotros que tuvisteis la suerte de ampararos en su nombre. Por eso estamos aquí. Sólo dos lugares en un instituto pueden estar destinados a llevar el rótulo en el que aparezca escrito Nuria Bachs: un jardín y una biblioteca. Digo el jardín porque bien sabéis lo que ella amaba la naturaleza y lo comprometida que estaba con el medio ambiente. Aún están ahí los interruptores de las aulas con los signos que Nuria ideó para ahorrar energía, y también recuerdo cómo se pasó clase por clase para informarnos y explicarnos el sentido de la medida. 
El que demos a esta biblioteca su nombre, en principio, se debe a que ella fue una de las primeras personas que empezó a ponerla en marcha, prosiguiendo un trabajo ya iniciado por M.ª Dolores Vergel. Pero es más, una biblioteca posee una serie de características que nos llevan directamente al recuerdo de Nuria. En primer lugar, una biblioteca es un espacio destinado a la generosidad y a la libertad, por razones de todos conocidas; y Nuria era una persona generosa y buena, y, por tanto, libre. También, una biblioteca nos brinda viajes con infinidad de itinerarios. Todos conocemos la curiosidad que tenía Nuria por adentrarse más allá de los horizontes. Y finalmente, una biblioteca es un coro, sí, un coro de voces que cantan en silencio más allá del tiempo; y quien, ama de verdad la música, como le ocurría a Nuria desde su etapa universitaria, ama el universo y al ser humano. 
Decía San Agustín que unas de las características de la infinitud es dejar una vida digna, digna de recuerdo. Por tanto, este acto, este modesto homenaje nos sirve para que todo aquel que pase por aquí, todo aquél que entre en esta estancia y utilice sus libros, piense, pregunte y sepa quién fue y quien es Nuria Bachs.
José Ignacio Fernández Dougnac

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